Como es clásico, en estas fechas estamos acostumbrados a escuchar por
todas partes lo necesario que es hacer un recuento de lo que hicimos en
este año, en qué avanzamos o no avanzamos, en las metas que nos
planteamos desde el 1° de Enero y los propósitos que cumplimos,
ignoramos o dejamos a medias. Se acerca el cierre de un año que según
algunos lleva al fin de una era; pero más que nada para otras personas
como yo, significa el cierre de un año con cambios trascendentales en
mi vida y en mis diferentes roles, como mujer, madre e hija.
Por: Giovanna Saucedo
Twitter: @giovannasaucedo
Twitter: @giovannasaucedo
El 2012 supe, por pláticas con personas cercanas a mí como mis
familiares, amigos, conocidos e incluso personas con las que sólo
convivo de vez en cuando trajo cambios sustanciales en sus vidas:
Oportunidades de trabajo, sacudidas que hacen volver a la realidad,
viajes, noticias importantes, convivencia con personas que habías
perdido contacto e incluso pérdidas de las personas que amas o al
contrario, encontrar el amor después de varias decepciones, propuestas
de matrimonio; etc. Pero para mí el 2012 fue un año en el que
simplemente podría ponerlo de esta manera: maduré.
Cómo mamá, mi hija me enseñó este año lecciones importantes que no
hubiera conocido en ninguna otra persona, ella crece y aprende cosas de
mí, no todas son buenas algunas incluso son actitudes que sé debo dejar
de hacer para que ella no las copie porque no está en edad de hacerlas y
no quiero que su carácter - la verdad - sea como el mío. Entendí que a
medida que ella crece sus necesidades van cambiando, desde dejar de
ver un canal de televisión que es para bebés (como ella dice), hasta
cantar canciones en inglés claramente; entendí que cualquier sacrificio
que se hace en un pasado sí tiene su recompensa en el presente o lo
tendrá en el futuro y que esas recompensas son los detalles más pequeños
que ella misma me regala, desde una flor que corta en un jardín, hasta
su sonrisa y su risa, sus ojos de amor y hasta los de chantaje cuando
quiere algo que no estoy dispuesta a darle. Aprendí haciendo las tareas
con ella que hay que esforzarse para conseguir lo que uno quiere hacer,
enseñarte desde cero a hacer las cosas para lograr grandes hazañas,
todo en la vida empieza con escribir una simple letra y lograr después
con el tiempo y la práctica, escribir tu nombre. Esas metas que ella se
propone día a día me abren los ojos y me demuestra que tenemos que ser
personas perseverantes.
Este año entendí también que me estoy haciendo vieja a medida que
ella crece y que eso no se detiene, que si antes sólo le bastaba con
estar conmigo ahora es tan independiente que puede irse a dormir con sus
primas y que sí es extraño no tenerla a mi lado al despertar; pero que
también es bueno dejar ir porque eso les enseña a madurar.
Mi pequeña ha sido la persona de la que más he aprendido, haciendo este recuento me di cuenta de que soy un ejemplo para ella (algo que ya sabemos pero casi siempre ignoramos) y sin duda mi meta principal del año que viene es que su ejemplo sea lo suficientemente bueno como para que ella se sienta orgullosa de mí. El tiempo pasa, no perdona; pero prefiero que los recuerdos que ella tenga de su madre sean como los que yo tengo de la mía, bonitos, que sepa que siempre estaré para ella; quizás he fallado en algunas ocasiones pero nadie más que yo tiene el poder de cambiar esas situaciones.
Mi pequeña ha sido la persona de la que más he aprendido, haciendo este recuento me di cuenta de que soy un ejemplo para ella (algo que ya sabemos pero casi siempre ignoramos) y sin duda mi meta principal del año que viene es que su ejemplo sea lo suficientemente bueno como para que ella se sienta orgullosa de mí. El tiempo pasa, no perdona; pero prefiero que los recuerdos que ella tenga de su madre sean como los que yo tengo de la mía, bonitos, que sepa que siempre estaré para ella; quizás he fallado en algunas ocasiones pero nadie más que yo tiene el poder de cambiar esas situaciones.
El año que entra hay que verlo como una nueva oportunidad para
empezar desde cero y corregir cualquier error que tenga compostura, no
nacemos sabiendo ser padres, no somos prefectos, pero a medida que ellos
crecen nosotros lo hacemos con ellos.
Las invito a que hagan un recuento de su año, de sus metas y lo que
hicieron con sus hijos, verán que siempre nos dan lecciones de vida más
importantes que las personas adultas.
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